Sumario: | Las virtudes del renunciamiento ya cumplieron su tiempo: les debemos la incurable melancolía en la que está inmersa nuestra época. Aspiro a no caer en la complacencia hacia las tinieblas y la mortificación. Una moral estética nos convoca a una vida transfigurada en la construcción de uno mismo: implica la vitalidad desbordante, la restauración de la virtù renacentista contra la virtud cristiana, el talento para el heroísmo que crea la individualidad vigorosa, el consentimiento a la abundancia, la capacidad para la magnificencia. Desde la perspectiva hedonista, esta ética engrandece la gentileza, la elegancia, la palabra empeñada, la amistad y las afinidades electivas. Sólo a este precio será posible una moral jubilosa y decididamente contemporánea.
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