Sumario: | Leer es un placer. Uno de tantos placeres. Como visitar ruinas arqueológicas. O dormir la siesta. Decían que la televisión y la computadora desplazarían al libro, a la palabra impresa. Después descubrimos que leer es un placer irreemplazable por cualquier tecnología. El placer de desplegar las alas de tu fantasía, de tu entendimiento, de transportarte a otra esfera, de disfrutar dentro de ti mismo, en tu casa, en el café, en la plaza o en el subte. No depende de condiciones externas. Un libro entra en tu bolsillo y lo transportas contigo, y cuando lo necesitas lo abres, y ahí están, el libro y tú, tú y la palabra escrita, que necesita ser descifrada, interpretada, es decir, yoizada. Dos autores tiene la literatura: el escritor y el lector. Finalmente eres tú el que decide qué sentido tienen esas letras ahí acumuladas. Te sientes creador. Claro que no todo leer es placer. Ahí está el tema de la elección, de la edad, del tiempo histórico en que se vive. Hoy, por ejemplo, no te conviene leer el diario si buscas placer. Yo te recomiendo Fray Luis de León. Y recomiendo, colegas padres, colegas maestros, que críen a sus hijos en este insondable y eterno placer. Se lo agradecerán.
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