Sumario: | «Hace algunos siglos, lo más importante de una fábula era su moraleja. ¿Para qué hablarían los animales sino para dejarnos una lección o enseñanza de vida? En nuestro tiempo, en cambio, la moraleja perdió prestigio, y se llegó al extremo opuesto: incluso quedaba bien escribir un cuento sin ningún sentido. Algunas de mis fábulas tienen moraleja, y otras no. Pero en todos los casos cuentan una historia: animales que hablan, un conflicto central y un final sorpresivo. Ojalá mis maestros Esopo, La Fontaine y Samaniego aprobaran estas Fábulas salvajes. Una o dos de ellas son irrespetuosas reescrituras, con final y desarrollo distinto, de las que ellos mismos escribieron.»
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